miércoles

El consejero Pedro Carrillo de Huete, “Halconero Mayor” de Juan II

Mª Concepción QUINTANILLA RASO



El consejero Pedro Carrillo de Huete, 
“Halconero Mayor” de Juan II


Desde la década de los cuarenta del siglo pasado, Pedro Carrillo de Huete se introdujo en los estudios sobre la corte de Juan II en una doble dimensión: por un lado, como Halconero Mayor del rey, y, por otro, como autor de una Crónica anónima del reinado, tal como demostró el profesor Carriazo cuando la editó, diciendo que se trataba de una obra de escaso mérito literario, pero de gran valor histórico; precisando más, en su edición de la desde entonces denominada Crónica del Halconero, Carriazo definió al personaje como un “hidalgo sencillo e ingenuo” al que, literalmente, “le interesaba poco la política y no tuvo intención de medrar1.

Escudo de "los Carrillo" en su casa
de Cañaveras (Cuenca)
En la actualidad, nuestros conocimientos sobre este personaje nos conducen, sin embargo, a establecer algunas consideraciones que difieren de esta opinión. Todo parece indicar que Pedro Carrillo representó un hito principal en la trayectoria de los Carrillo de Cuenca, puesto que se esforzó por consolidar su estado señorial en tierras conquenses, por incrementar su patrimonio y afianzar el mayorazgo y, en definitiva, por lograr la definitiva promoción y ascenso de su linaje que, en la siguiente generación, se instaló en el panorama de la nobleza de título castellanoleonesa. Y lo hizo apoyándose en parte en su dimensión de miembro de la oligarquía local en tierras conquenses, pero, por encima de todo, utilizando como trampolín su papel cortesano junto al monarca, en definitiva, su acercamiento –incluso físico– al rey, y la posibilidad de ofrecerle su servicio, tanto en el plano institucional, en el Consejo Real, como, sobre todo, en el ámbito más privado, donde podía ejercer para con el monarca un consejo directo y cotidiano.

Para una valoración más exacta, conviene plantear aquí la realidad de su linaje y su trayectoria personal. De orígenes oscuros, que los relacionaban con los emperadores alemanes, la Casa de los Carrillo generó, desde finales del siglo XIII, una rama que, por su trayectoria señorial, en el territorio conquense, puede definirse como los Carrillo de Priego. Su titular en el reinado de Fernando IV era Alfonso Ruiz Carrillo, a quien el monarca cedió los derechos reales en Priego de Escabas, una aldea hasta entonces bajo la jurisdicción de Cuenca. A mediados del siglo XIV, en 1341, Juan Alfonso Carrillo instituyó un mayorazgo temprano como recurso para la consolidación del linaje, cuyo poder señorial en Priego, Huete y otras villas y lugares conquenses se fue extendiendo. Tras la etapa de gobierno de Juan Ruiz Carrillo, está bien documentada la presencia de Fernán Carrillo, que aumentó su patrimonio señorial con Cañaveras y otras villas, y que inició una trayectoria de nobleza de servicio desempeñando el oficio de Montero Mayor del Infante don Juan y ballestero de Juan I. Y fue a continuación cuando entró en escena en la evolución del linaje la figura de Pedro Carrillo de Huete (ca. 1380 – ca. Abril 1448). En 1988, Torres Fontes, al estudiar algunos documentos murcianos afirmaba que su personalidad, sujeta a confusiones genealógicas entre las distintas líneas familiares, era, hasta entonces, “casi por entero desconocida2. Entre los escasos intentos de aproximación a su figura como titular de una rama de los Carrillo, cuyas armas se definían en su testamento como “un castillo dorado en campo colorado […] sin ninguna otra soltura ni mistura”, se encuentran algunos trabajos que yo misma había realizado algo antes, seguidos de otros posteriores; en ellos había dado a conocer, entre otras cosas, algunos aspectos de una cuestión no abordada hasta entonces: su implantación señorial en tierras conquenses consolidando el señorío de Priego de Cuenca, origen del Condado, y su destacada posición en la oligarquía local y territorial, con una estrecha vinculación con Huete, localidad de su nacimiento, donde ejerció los cargos de guarda mayor y alcalde mayor de las alzadas3.

Una de las primeras noticias que conocemos acerca de su vida se refiere a su presencia en campañas militares contra Granada, donde, al parecer, fue armado caballero por Fernando de Antequera, en el sitio de Setenil, el 19 de octubre de 14074. Habiendo alcanzado ya ese estatus, los destacados servicios de su padre a Juan I le dieron a Pedro Carrillo de Huete la opción de desempeñar algunos cargos, como la tenencia de la fortaleza de Zafra, en Molina de Aragón, y de entrar en el entorno regio, ocupando uno de los oficios domésticos de la Casa del Rey, el de Halconero mayor. Se trataba éste de un cargo de cierto relieve, relacionado con las actividades cinegéticas practicadas por el monarca, cuyo significado iba mucho más allá del de mero auxiliar del rey en la actividad de la cetrería5. Entre las numerosas funciones que directa o indirectamente le correspondían, destacaban algunas de carácter burocrático-protocolario y diplomático, así como otras de diverso tipo; de este modo, él mismo en su Crónica no se describía actuando en prácticas de cetrería, sino sobre todo como un valiente caballero, dispuesto a cumplir misiones militares, o como un activo colaborador en funciones de embajador, y desempeñando encargos de confianza por orden del monarca, e incluso funciones relacionadas con la seguridad regia, y otras no exentas de pragmatismo, como las correspondientes a la organización del aposentamiento de la comitiva regia.

Para los objetivos del presente trabajo lo que resulta de mayor interés es la consolidación por parte de Pedro Carrillo de Huete de lo que había sido una de las características de su linaje, la condición de nobleza de servicio, y, para mayor concreción, orientada hacia la caza regia, ámbito en el que se había situado su padre y en el que, después de él se insertaría su sobrino Pedro Calvillo, señor de Cotillas, que ocupó el oficio del Halconero Mayor a su muerte6. Esta circunstancia propiciaba la proximidad física al monarca, por estar integrado en su Casa, y, por tanto, la posibilidad de compartir con él momentos de ocio en las jornadas de caza, en ambiente distendido, lo cual debió de ser una de las bazas más importantes para las dos realidades estrechamente relacionadas: de un lado, la práctica del consejo, y, de otro, la puesta en práctica de los adecuados mecanismos de promoción y medro personal y de linaje.

A partir de 1420, el Halconero desarrolló una importante labor historiográfica al servicio
regio, desempeñando el oficio de cronista, que constituyó otra de sus plataformas de apoyo para, sobre la base de la proximidad al monarca, consolidar su encumbramiento. Es interesante tener en cuenta, por un lado, que, de entre todas las fuentes narrativas correspondientes al reinado de Juan II –las de Barrientos, Carrillo de Albornoz, García de Santa María, Gonzalo Chacón, Pérez de Guzmán, etc. –, es la Crónica del Halconero la que proporciona mayor riqueza de información sobre los desplazamientos del rey y su corte, las fiestas caballerescas, las cacerías, y otras muchas situaciones en las que, naturalmente, Pedro Carrillo de Huete se encontraba presente, bien con un protagonismo singular o compartido, bien como testigo presencial de los hechos7. Resulta destacable igualmente el detalle con que se describen en su Crónica –capítulo III– algunos episodios caballerescos, como las famosas justas de 1428 en Valladolid, en las que él mismo intervino como uno de los cuatro jueces. Del mismo modo, no faltan las situaciones en las que el monarca delegó en él el pendón real – capítulo XXVII–, y su protagonismo parece también en bastantes episodios relacionados con la entrada en nombre del rey en distintas ciudades –en Ávila, por ejemplo, capítulo CCLIX–; o bien precediendo a Juan II y su corte, encargándose de la organización de las posadas en la llegada a Madrid –capítulo CLV–, o a Salamanca –capítulo CCLVI, en que se describe cómo el rey para el desplazamiento a esta ciudad, literalmente “envió adelante a Pero Carrillo su falconero mayor e a Juan de Samaniego, su aposentador”–, y asimismo en Ávila, formando parte de “los cavalleros que con él (Juan II) llegaron” –capítulo CCLXXXV. En este orden de cosas, su salida en febrero de 1437, al frente de trescientos hombres para abrir camino a la comitiva regia, a través de la nieve, fue decisiva para la seguridad del monarca en su desplazamiento desde Guadalajara a Roa8.

En lo referente a las operaciones militares y, en concreto, a la guerra contra Granada, Pedro Carrillo de Huete estuvo presente en una de las acciones más destacadas del reinado, la batalla de la Higueruela, lo que explica el detallismo con que se abordan en la Crónica, tanto los preparativos de la misma como las celebraciones correspondientes9. Por otra parte, su presencia se destaca en misiones de confianza encargadas por Juan II, como cuando en 1432 tuvo preso a Fernán Pérez por orden del rey –capítulo CXV–, o cuando fue enviado a Íñigo López de Mendoza, para convencerle de que dejara Guadalajara, aunque, sin conseguirlo, se volvió junto al rey en Olías –capítulo CCLXXXVII–, o ante el infante don Enrique, que estaba en El Espinar, para que fuese ante el rey en Ávila –capítulo CCLXXXVIII.

Pero, sobre todo, es preciso recordar su responsabilidad en otros acontecimientos de mayor trascendencia, entre los que cabe señalar algunos como los siguientes. En primer término, el golpe de Tordesillas, en 1420, cuando, con motivo del atentado, Pedro Carrillo tuvo un papel destacado en la huida del rey y un protagonismo casi heroico en la toma del castillo de Montalbán, en un episodio en el que, sin duda, podemos intuir, que su criterio debió de influir de modo determinante en la actuación del monarca, todo lo cual le supuso el reconocimiento regio y la decidida protección de don Álvaro de Luna10.

Además, lo encontramos igualmente en actuaciones de carácter diplomático, negociando con rivales políticos; así, en 1439, con ocasión de la vuelta de los Infantes de Aragón y el segundo destierro del Condestable, entre los movimientos de los grandes  que movieron a Juan II a enviar al conde de Haro a negociar con los rebeldes, con órdenes del Consejo de disolver sus tropas, es evidente que Pedro Carrillo de Huete, que formaba parte del círculo de confianza más estrecho del monarca, participó activamente en los acontecimientos, como lo demuestra el hecho de que la Crónica del Halconero transcribe el documento fechado en Roa a 9 de marzo, mientras otras fuentes omiten los detalles. También en 1440, tras las vistas de Tordesillas y el destierro de don Álvaro,  Carrillo de Huete demostró, de nuevo, su complicidad con Juan II, con ocasión de su otra escapada, el 16 de enero, hacia Horcajo, aprovechando una salida de caza. Después, tuvo lugar un ejemplo de la típica situación de “mediación instada” por el rey: estando en Bonilla de la Sierra, el Halconero fue enviado por el monarca para desempeñar una misión estratégica, consistente en la entrega de una carta del arzobispo Gutierre de Toledo, el doctor Periáñez y el contador Alfonso Pérez de Vivero para el rey de Navarra y su hermano el infante don Enrique; un episodio en el que su papel fue determinante, como lo demuestra, además, que los mencionados hicieran el pleito homenaje en manos de “Pedro Carrillo de Uete, falconero mayor del dicho señor rey, cavallero e ome fijodalgo11. Tales hechos demostraban, sobre todo, su fidelidad al rey y la confianza que éste tenía en su capacidad de negociación y en su criterio, al encargarle constantemente negociaciones y todo tipo de misiones confidenciales.

Con estos sucesos se iniciaba el fin de la trayectoria narrada por Pedro Carrillo de Huete  en su Crónica, porque después, con motivo de la caída de Juan II en poder del bando aragonés, parecía iniciarse la desaparición política del Halconero. Con todo, aún en 1441 tuvo ocasión de colaborar activa y decisivamente en la política regia, como se describe en el capítulo CCXCII, cuando fue enviado de nuevo por Juan II ante el Condestable, el Almirante y el conde de Benavente para, literalmente, “requerirles que escusasen esta vatalla”, de modo que se vio “en grande peligro”, pero logró presentar “la carta de su señor el Rey […] según que le era mandado”, tras lo cual regresaría ante el monarca, que se hallaba en Ávila; así, la noche del 28 de junio de 1441 los infantes forzaron la entrada en Medina del Campo, en su enfrentamiento contra el rey, y de los que le seguían algunos permanecieron, mientras otros lo abandonaron –en la Crónica de Pedro Carrillo de Huete se dice lo siguiente: “todos los otros que çerca del rey estavan dejaron la Corte”–, y un tercer grupo adoptó una actitud ambigua12. Finalmente, es ese año el último de los veintiuno que constituyen el período narrado por su Crónica, que se inicia y finaliza con los dos episodios más extensos sobre la actuación del Halconero: la huida regia y la toma del castillo de Montalbán, en 1420, y la misión político-diplomática de 1441. Y a partir de ese momento, se produce el silencio narrativo de Pedro Carrillo de Huete, en coincidencia con su apartamiento de la vida cortesana, para retirarse a sus posesiones señoriales conquenses de Priego y Huete.

En el acto de testar, el momento de máxima manifestación de la voluntad de un individuo, Pedro Carrillo de Huete, que dispuso su enterramiento en el monasterio de San Francisco de Huete, se definía a sí mismo aludiendo a lo que había sido uno de los rasgos más definitorios de su personalidad y su estatus, el de responsable de la actividad cinegética del rey, en la modalidad de la cetrería, pero a eso añadía la indicación de ser miembro de uno de los principales resortes del poder de la monarquía, el Consejo Real, como se lee en el correspondiente documento:

Yo Pedro Carrillo, falconero mayor del muy alto e muy esclareçido mi señor el rey don Juan de Castilla, de León, e de su Consejo…..estando sano por la graçia de Dios de la voluntad e del cuerpo e de mi seso y entendimiento, otorgo e conozco que fago e ordeno este mi testamento y postrimera voluntad13.

La situación del Consejo Real durante el reinado de Juan II pasó por distintas etapas; durante la minoría, este decisivo organismo experimentó una escisión, para atender a la dualidad de la gobernación compartida por la reina Catalina y el infante Fernando de Antequera, especialmente en algunas ocasiones, como cuando este último decidió emprender la guerra contra los nazaríes, momento en el que parecía necesario que cada regente contara con una parte de sus miembros14. A lo largo del reinado, en la Crónica se mencionan un “Consejo de la justicia”, y un “Consejo secreto” denominado a veces por el monarca, “el mi Consejo secreto”, algo que debió de surgir por iniciativa del Condestable, para constituir una especie de Consejo reducido, compuesto por doctores, relator, referendario, oidor, secretario, escribano de cámara, contador mayor, camarero mayor y canciller real15. En cuanto al Consejo Real propiamente dicho, este organismo, centro neurálgico del poder, en cuyo seno se situaban los principales colaboradores regios, se convirtió, al mismo tiempo, en foco de tensiones: el deseo de su control por parte de las élites sociopolíticas, y, en especial, de la nobleza, determinó el incremento del número de sus miembros, que, en 1428, al compás de los intereses políticos de los bandos y facciones, que introducían a unos y expulsaban a otros, llegaron hasta los sesenta. En cualquier caso, en función de la tesis que aquí se sostiene, centrada en la efectividad de ambas fórmulas para el proceso de promoción social, lo importante es que el Halconero Mayor y cronista ejerció la labor de consejo desde una perspectiva diversa, como protagonista y partícipe de la vida política junto a un monarca que dio claras muestras de la confianza depositada en él y en su criterio, en un período de gobierno tan convulso.

A lo largo de esas décadas, Carrillo de Huete tuvo ocasión de sentar las bases de su proceso de encumbramiento, aprovechando, en ocasiones, algunas larguezas del Condestable, pero, sobre todo, la proximidad a la monarquía, y la posibilidad de servir y aconsejar al rey, lo que le proporcionaba de modo recurrente el agradecimiento regio, algo que se observa en la misma Crónica y que también puede comprobarse documentalmente. Así, no cabe duda de que el hecho de compartir con el rey  momentos frecuentes de actividad ginecética implicaba la posibilidad de entablar conversación y de realizar peticiones a las que el monarca parecía acceder con facilidad, como sucedió, por ejemplo, con la solicitud que el Halconero le hizo del título de ciudad para Huete, concedido por Juan II en el verano de 142816.

En un ámbito más personal, aparte de los correspondientes sueldos de los que disfrutaba por sus oficios, tenía por concesión del rey 23 lanzas, y una asignación de  10.000 mrs., así como otros 28.000 mrs. por los siguientes conceptos:

Los mrs. que Pero Carrillo de Huete falconero mayor, e su muger e fijos tienen del rey. Saluado: En el seysmo de la Sierra de Cuenca diez e syete mill mrs. Juro: diez e nueve mill mrs.17

Con todo, lo importante no eran sólo los ingresos económicos concretos, sino la capacidad de impulsar su propia promoción personal y la de su linaje, a golpe de rentas y de mercedes regias. Su estrategia consistió en consolidar un pequeño estado señorial con centro de gravedad en Priego, en el que se integraron otras villas, como Cañaveras, así como heredamientos, alquerías, etc., en esta comarca conquense, que después se fueron extendiendo hacia otras cercanas. Al mismo tiempo, en función de sus circunstancias familiares, procedió muy pronto a establecer negociaciones correspondientes para situar a su única hija, habida de su matrimonio con Guiomar de Sotomayor, en un marco de parentesco próximo a una importante Casa nobiliaria; así, en 1408 se llegó a un compromiso de boda de su heredera, aún menor de edad, con el titular de una rama de los Mendoza, los Mendoza de Molina, y años después, aportando una dote de 200.000 mrs. en propiedades y rentas situadas en Toledo, Cuenca y Huete, Teresa Carrillo contrajo matrimonio con Diego Hurtado de Mendoza, emparentando así con esta poderosa Casa. Más adelante, Pedro Carrillo de Huete estableció un mayorazgo integrado por los señoríos de Priego y de Cañaveras, con su fortaleza, derechos y propiedades –casas, viñas, heredades de cereal, molinos, batanes, etc.– así como las alquerías de Cesma y Batanejo, los molinos de La Ruidera y La Cobatilla, y los derechos de pontazgo de los puentes del Guadiela y el Escavas, solicitando la preceptiva licencia a Juan II, que lo aprobó en septiembre de 143418. De esta forma, el patrimonio amayorazgado pasaría a su hija con carácter inalienable, con la expresa prohibición de su partición, para que, literalmente “vuestra memoria siempre quede”, objetivo cuyo cumplimiento implicaba, además, la obligación de usar un escudo compuesto, partido en pal, con las armas de los Carrillo a la izquierda, y las de los Mendoza de Molina a la derecha, y, sobre todo, de situar el apellido Carrillo en primer lugar, de modo que, en adelante el linaje sería conocido como los Carrillo de Mendoza.

Todas estas medidas respondían a una verdadera estrategia de promoción del linaje y ciertos detalles demuestran hasta qué punto Pedro Carrillo de Huete tuvo preocupación por los destinos patrimoniales y simbólicos que daban entidad a lo que enseguida sería la Casa condal de Priego. En efecto, tras su muerte, que debió de suceder en abril de 1448, Teresa Carrillo recibió el mayorazgo, en el que se habían incluido ciertas asignaciones económicas procedentes de la Hacienda Real, como las mercedes vitalicias y juros antes indicados, que unió al recibido por su esposo Diego Hurtado de Mendoza, para constituir así una importante base patrimonial y señorial, que luego fueron ampliando. En este proceso hay que destacar la obtención del título condal de Priego, instituido por Enrique IV en Olmedo, el 6 de noviembre de 146519. Con ello, sin embargo, no hacían más que recoger los frutos sembrados por su antecesor, Pedro Carrillo de Huete, que con su firme promoción del linaje, propició que una generación después, se produjera el ascenso al nivel de la nobleza de título de la Casa de Priego de Cuenca20.

En definitiva, dada la presencia activa y constante del Halconero en la política cortesana, no parece fácil sostener la idea de su absoluta independencia en todo lo referente a la política de bandos y partidos de la época que le tocó vivir y narrar, propuesta por el profesor Carriazo; sin ir más lejos, pese a la apariencia de imparcialidad, un reciente trabajo acerca de una “nómina razonada” de clientes del poderoso Condestable, lo sitúa entre los nobles de su entorno clientelar21. Y  menos aún se puede hablar de la falta de ambición de riqueza y poder por parte de Pedro Carrillo de Huete, sino que, por el contrario, su vida se desenvolvió bajo el postulado de la generosa recompensa del consejo prestado a la realeza.





Notas:
1  Juan de Mata CARRIAZO Y ARROQUIA, Crónica del Halconero de Juan II, Pedro Carrillo de Huete, Madrid: Espasa-Calpe, 1946, concretamente fols. XI y XII; en la Universidad de Sevilla, tuve ocasión de asistir a las explicaciones de don Juan de Mata Carriazo sobre la atribución de tal autoría siguiendo una especie de “norma historiográfica”, consistente en buscar al autor de una crónica anónima entre los personajes mejor iluminados en las escenas más detalladas y vivas, donde aparecen, bien como protagonistas, bien como testigos. Actualmente, existe una edición facsímil, con presentación de Manuel GONZÁLEZ JIMÉNEZ, y estudio preliminar de Rafael. BELTRÁN, Granada: Universidad de Granada, 2006, que es la que aquí se citará.
2  Juan TORRES FONTES, “Mayorazgo y testamento de Pedro Carrillo de Huete”,Anuario de Estudios Medievales,17, 1988, p. 437-453.
3  La frase textual del testamento en Archivo Histórico Nacional, Nobleza, Diversos Títulos y Familias, leg. 2198. En cuanto a mis publicaciones, “Huete, la patria del Halconero, a fines de la Edad Media”,en Primer Congreso de Historia de Castilla-La Mancha, Ciudad Real: Servicio de Publicaciones de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, 1988, 6, p. 187-199; un poco después apareció La ciudad de Huete y su fortaleza a fines de la Edad Media, Cuenca: Diputación Provincial, 1991; a continuación, “El condado de Priego de Cuenca, Un ejemplo de estrategia señorial en la Baja Edad Media castellana”, Historia Instituciones Documentos, 19, 1992, p. 381-402; algo más tarde, “Marcos y formas de proyección de la nobleza conquense en su entorno urbano y territorial”, en Congreso Internacional de Historia. El Tratado de Tordesillas y su época, Junta de Castilla y León, Sociedad V Centenario Tratado de Tordesillas, 1995, 1, p. 131-154; y también, “Implantación de la nobleza y relaciones de poder en la Tierra de Cuenca en la Baja Edad Media”, en Relaciones de poder en Castilla: el ejemplo de Cuenca, Cuenca: Universidad de Castilla-La Mancha, 1997, p. 103-132.
4  Lo recoge J. TORRES FONTES en “Mayorazgo y testamento…”, p. 437.
5  Miguel Ángel LADERO QUESADA, “La Casa Real en la Baja Edad Media”, Historia Instituciones Documentos, 25, 1988, p. 337-350. Lo incluye en el apartado de las “Funciones y Oficios dependientes del Camarero o relacionados con la Cámara Real”, punto 3, p. 337, donde se mencionan también el Cazador Mayor, el Montero Mayor, y sus subordinados respectivos. Ver también A. GÓMEZ IZQUIERDO,Cargos de la Casa y Corte de Juan II de Castilla, Valladolid, 1968. A veces este oficio ha sido obviado por el de Montero Mayor, y no siempre ha recibido la suficiente atención, como sucede en la obra de David TORRES SANZ, La administración central castellana en la Baja Edad Media, Valladolid: Universidad de Valladolid, 1982, en la que no se menciona, mientras que sí aparecen los oficios de Montero Mayor y Ballestero mayor.
6  J. TORRES FONTES, “Pedro Calvillo, halconero mayor de Juan II”, Murgetana, 18, 1962, p. 7-8, donde afirma que lo era el 15 de mayo de 1449.
Así lo ponen de relieve todos los autores que han estudiado este período de la monarquía castellana. Entre los más recientes en señalarlo, Francisco de Paula CAÑAS GÁLVEZ, Itinerario de la Corte de Juan II de Castilla (1418-1454), Madrid: Sílex, 2007.
8  Episodio comentado en detalle por Pedro PORRAS ARBOLEDAS, Juan II, 1406-1454, Palencia: La Olmeda, 1995, p. 201.
9  Recientemente, José Manuel NIETO SORIA, en “El ciclo ceremonial de la batalla de la Higueruela (1431)”, Estudios de Historia de España, 12, 2010, p. 389-404, hace referencia al hecho de que, frente a las descripciones sintéticas de los hechos en otras fuentes narrativas, la Crónica del Halconero destaca por la aportación de datos muy significativos, incluso sobre cuestiones rituales y celebraciones antes y después de la batalla.
10 Crónica del Halconero…, p. 2-4
11  Crónica del Halconero…, p. 322.
12  Oscar VILLARROEL GONZÁLEZ, El Rey y la Iglesia castellana. Relaciones de poder con Juan II (1406-1454), Madrid: Sílex, 2011, p. 242-243. Crónica del Halconero…, p. 420.
13  El testamento, fechado en Priego el 20 de abril de 1448, en Archivo Histórico Nacional, Nobleza, Diversos Títulos y Familias, leg. 2198. Existe una transcripción de otro testamento del Archivo Histórico Nacional, Nobleza, Osuna, leg. 1305 (traslado de 1709 del documento fechado en Cañaveras, el 19 de marzo de 1446,) publicada por J. TORRES FONTES, “Mayorazgo y testamento…”, p. 437-453.
14  Para enmarcar la cuestión con una perspectiva general, S. DE DIOS, El Consejo Real… Sobre la evolución durante la primera mitad del siglo XV, ver J. TORRES FONTES, “La regencia de don Fernando de Antequera”, Anuario de Estudios Medievales, 1, 1964, p. 374-429. Recientemente, el libro de O. VILLARROEL GONZÁLEZ, op. cit., aunque desde una óptica centrada en el papel de los eclesiásticos, aborda las claves de la evolución de esta institución en las distintas etapas del reinado.
15  Crónica del Halconero…, p. 240. Ver también P. PORRAS ARBOLEDAS, Juan II..., p. 21.
16  Tordesillas, 26 de julio de 1428: “Don Iohan […] por fazer bien e merçed a la mi villa de Huepte…et por quanto me lo suplicó e pidió por merçed Pero Carrillo de Huepte mi falconero mayor et mi guarda mayor de la dicha villa e de su tierra et mi alcallde mayor de las alçadas de la dicha villa […] fago e establezco e costituyo çibdad la dicha villa de Huepte”. Localicé este documento en 1984 en un por entonces desordenado Archivo Municipal de Huete, de donde, por encargo del Ayuntamiento, lo trasladé al Instituto de Restauración del Papel, y lo utilicé para mi artículo “Huete, la patria del Halconero…”, donde está transcrito en p. 196-197.
17  Ver el estudio de rentas reales, fechado hacia 1447 por Luis SUÁREZ FERNÁNDEZ, “Un libro de asientos de Juan II”, Hispania, 16-68, 1957 jul/ sept., p. 323-368, en concreto estos datos en p. 364.
18  Hubo otra confirmación del mayorazgo en Bonilla de la Sierra el 22 de abril de 1440. Noticias sobre el mayorazgo en Archivo Histórico Nacional, Nobleza, Diversos Títulos y Familias, legajos 2197 y 2198. Más detalles en mi artículo “El condado de Priego de Cuenca…”, donde se estudia el proceso de constitución del mencionado señorío de la villa conquense de Priego, en manos de los Carrillo desde finales del siglo XIII, con esos fondos documentales, complementados con los de varias secciones del Archivo General de Simancas, el Archivo Municipal de Cuenca y el de Huete.
19  Archivo Histórico Nacional, Nobleza, Diversos Títulos y Familias, legajo 2197. Un reciente trabajo sobre el significado del ennoblecimiento y la concesión de títulos nobiliarios en esa época: Mª Concepción QUINTANILLA RASO y Mª José GARCÍA VERA, “Señores de título en la Castilla del siglo XV: su creación en el reinado de Enrique IV”, en Homenaje al profesor Eloy Bento Ruano, Madrid: Sociedad Española de Estudios Medievales, 2010, 2, p. 653-669.
20  Remito de nuevo a mi artículo “El condado de Priego…”, donde se expone la evolución de la Casa de los Carrillo de Mendoza, condes de Priego, con detalle. Y acerca de la trascendencia de la nobleza de título, versa mi trabajo “El engrandecimiento nobiliario en la Corona de Castilla. Las claves del proceso a finales de la Edad Media”, en Mª Concepción Quintanilla Raso (dir.), Títulos, Grandes del Reino y Grandeza en la sociedad política. Fundamentos en la Castilla medieval, Madrid: Sílex, 2006, p. 17-100, especialmente en p. 17-66, donde se aborda concretamente “La nobleza titulada en la sociedad política de la Castilla bajomedieval”.
21  François FORONDA, “Patronazgo, relación de clientela y estructura clientelar. El testimonio del Epílogo de la Historia de Don Álvaro de Luna”, Hispania, 2010, vol. 70, núm. 235, mayo-agosto, p. 431-460, donde se cita en p. 457a “Pero Carrillo, falconero mayor del Rey”, junto a los clientes del reino de Murcia.

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