sábado

Novela "El velo de la Promesa", de María Lara Martínez


Año 330. La tarde cae sobre Roma y la tormenta sobrecoge los espíritus. El final de Flavia Iulia Helena se acerca y, consciente de ello, decide emprender un viaje por la memoria.
Desde el lecho del Sessorio, la emperatriz rememora su vida y siente inhalar otra vez los aromas de Bitinia, su tierra natal, de Naissus, donde la sabia Priscila le inculcó el amor por Valeria, de la corte de Tréveris, ciudad en la que conoció los entramados del poder, y de los Santos Lugares, cuyas peregrinaciones inauguró movida por el ardiente deseo de hallar la Cruz.
El recuerdo entraña revivir ilusiones y alegrías, pero también traiciones y sufrimientos de los que la trayectoria de Helena no está exenta. Mas una sensación de placidez inunda el ánimo de la protagonista, convencida de que el tiempo es un eficaz bálsamo que permite enfrentarse ál pasado sin más arma que la sonrisa.
El velo de la promesa evoca un mundo de realidad impregnado de trascendencia. Es el sueño de la tabernera que vid su efigie de emperatriz acuñada en las monedas. Es la conversión, desde el culto a los dioses lares, a la creencia en el Crucificado. Es la reivindicación de la esencia: de ser mujer en una época que. todavía se nutría de héroes y titanes.

MARIA LARA FIRMÓ SU NOVELA EN VALERIA

Maria firmando ejemplares de su novela
 

"El velo de la promesa", entre las manos de los asistentes
a las jornadas romanas de Valeria 
Maria, nos presentó su novela

 "El velo de la promesa" en Popular TV.
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EL LUNES 8 DE AGOSTO A LAS 19.00 HS, SE ENTREGARÁ EL PREMIO A MARIA LARA, EN VALERA.


GANADORA DEL PREMIO  CIUDAD DE VALERIA, DE NOVELA HISTÓRICA


Se trata de una novela inspirada en la historia real de Flavia Iulia Helena, concubina de Constancio Cloro "el pálido" y madre del emperador Constantino. Helena, que nos cuenta su vida a través de la pluma de María, nació en el año 250 en un humilde hogar de Drepanum, en la región de Bitinia, donde regentó una taberna como stabularia.
Fue en este lugar donde conoció al legionario Constancio Cloro, un joven ilirio que avanzó vertiginosamente en su cursus honorum hasta convertirse en César.
Fruto de esta unión nació en Naissus su único hijo, Constantino. Pero pronto, la ambición de Constancio por el poder sacrificó a Helena, al repudiarla para contraer matrimonio con Teodora, hija del emperador Maximiniano, en el 293. A la defunción de Constancio, su hijo Constantino fue aclamado Emperador por las tropas en el año 306.
Desde aquel momento la vida de Helena transcurrió en los palacios de Tréveris y de Roma. Su conversión al cristianismo -religión que Constancio favoreció poniendo fin a las persecuciones con el Edicto de Milán del 313- le llevaría a emprender, con 76 años, la aventura de viajar a los Santos Lugares. Su propósito era encontrar la Vera Cruz, decisión que había tomado a partir de las revelaciones que había tenido en el curso de un sueño. En el año 330 Flavia Iulia Helena falleció en Roma y su cuerpo fue inhumado en la villa imperial cercana a la iglesia de los santos Pedro y Marcelino, en el mausoleo ad duas lauros, mandado construir para la familia imperial inmediatamente después de la victoria sobre Majencio.

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